Por: Julio César Barragán Suárez
Desde esta redacción, queremos rendir un merecido homenaje a todas las personas que, con su esfuerzo y dedicación diaria, hacen posible que los hogares de miles de familias en la zona norte del Estado de México y sus alrededores reciban alimentos frescos y de calidad. A través de esta nota periodística, destacamos la labor incansable de los trabajadores de la Central de Abasto de Ecatepec, un gigante que mueve la canasta básica y que no sería posible sin el compromiso de quienes lo integran.
En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de conversar con Sebastián Casares y sus compañeros, Fernando y Armando, quienes atienden con esmero uno de los puestos más concurridos del mercado: Frutas Finas La Güera. Desde las seis de la mañana y hasta las seis de la tarde, estos jóvenes ofrecen lo mejor de su mercancía a sus fieles clientes. Día tras día, su dedicación y atención marcan la diferencia.
Al conversar con Sebastián, descubrimos el secreto detrás de su éxito. ¿Por qué tantos clientes los prefieren? La respuesta es simple: calidad. Los productos que exhiben —manzanas, uvas, duraznos, mangos, entre otros— son frescos, atractivos y de un sabor excepcional. “Lo que mostramos es lo que entregamos. La gente viene buscando lo mejor, y nosotros se lo damos”, comenta Sebastián con orgullo. Su mayor satisfacción, nos cuenta, es ver regresar a sus clientes, sabiendo que se llevan la mejor fruta disponible.
Uno de los productos estrella de Frutas Finas La Güera es la manzana, proveniente de Chihuahua y otros estados, la cual está disponible casi todo el año. La filosofía del negocio es clara: ofrecer la mejor calidad, siempre. Y su estrategia de marketing no podría ser más efectiva: la recomendación de boca en boca. A esto se suma la cálida atención que brindan desde el momento en que los clientes llegan a su puesto. El fervor y entusiasmo con los que saludan y atienden son, sin duda, un sello de la casa.
Al entrevistar a algunos de sus clientes, quienes pacientemente hacían fila para comprar, varios coincidieron en que regresaban una y otra vez por la exactitud en el peso, el ocasional pilón, y lo más importante: la durabilidad de la fruta en sus hogares. “Aquí la fruta no solo luce bien, ¡dura mucho más!”, señaló uno de los compradores satisfechos.
Desde esta redacción, creemos que Sebastián, Fernando y Armando son un ejemplo no solo para los comerciantes de la Central de Abasto, sino para todos aquellos que día a día trabajan en mercados y tianguis. La fórmula del éxito está clara: esfuerzo diario, productos de calidad y una atención que marca la diferencia.
Felicitamos a estos jóvenes y a todos los comerciantes que, con su trabajo honrado y calidad humana, engrandecen a nuestro país. Les exhortamos a seguir por este camino, con ese espíritu inquebrantable que caracteriza al mexicano trabajador.
Este reconocimiento es para todos ellos, los héroes invisibles del abasto que hacen posible que lo mejor llegue a nuestras mesas.