Los estudiosos del asunto no tienen demasiadas dudas al respecto: Gloria Trevi fue la primera gran estrella femenina del pop-rock latino contemporáneo en conseguir calado panamericano y proyección intercontinental. Por eso su concierto de esta noche en Universal Music Festival llegaba con rnarcharno de cita ineludible. La polifacética artista mexicana —cantante, compositora, actriz, presentadora de televisión—ha conseguido ese más dificil todavía de perdurar, colocando hits en las principales listas de éxitos a lo largo de sus tres décadas de trayectoria.
Intuíamos que iba a ser un concierto sin tregua, de mecha larga, con muchos estribillos para coreara voz en grito y muchos buenos recuerdos susceptibles de ser espoleados. Y no nos equivocarnos: Gloria Trevi ha ofrecido todo eso y unas cuantas cosas más. La norteamericana ha enfervorizado a sus devotos fans desde el primer momento, estableciendo una electrizante conexión que chisporroteaba desde el patio de butacas hasta el paraíso del Teatro Real de Madrid.
Secundada por una potente banda que incluía sección de metales y coros, más un cuerpo de baile que irrumpió en escena ataviado en clave BDSM, la superdiva de Monterrey dejó claro desde el principio —tras la pertinente intro Hi-NRG de “I Feel Loco”— que venía a por todas. La apertura de telón con “Ábranse perras” —una mixtura de rock y rap con espiritu pop y guitarras surferas— nos puso en guardia ante la que se venía encima. Ella besó el suelo al terminar y, a partir de ahí, fue cayendo un himno tras otro, articulando un recorrido por su triunfante discografía y por los muchos tonos interpretativos que la atraviesan.
Durante dos horas, paladeamos medios tiempos de aire sixties como “El favor de la soledad”, estribillos de onda dance en “Psicofonía” yO minutos” o de rock dramático en “Con los ojos cerrados”. Hubo medleys supersónicos —el formado por “La noche”, “Pruébamelo”, “Me río de ti” y “Habla blah blah”: imaginen— y calentura urban con recado en “Hijoepu’it. Hubo tremendas baladas como “No querias lastimarme” —en la que la coreografía jugó un elocuente papel— e impactante puesta en escena remitiendo al imaginario taurino-flamenco con la televisiva “Esa hembra es mala”. Hubo interludios casi acústicos gracias a “La recaída” e introducciones lúbricas antes de la incandescencia caribeña de “Me lloras”. Hubo de todo, y todo muy bueno.
También sonaron éxitos de principios de los noventa como ‘Tu ángel de la guarda” o la libérrima “Pelo suelto”, que incluyó excursión al patio de butacas, pelucas, baile con una cría del público y headbanging. Tuvimos una refrescante ración de blues-rock con “La papa sin catsup” y recordamos el inicio de su estrellato con la ya mítica “Dr. Psiquiatra” —el primer single de su carrera en solitario, con visionario trasfondo de empoderamiento femenino y los bailarines rindiendo tributo a los Drugos de “La Naranja Mecánica”—, confirmando así su capacidad para conjugar registros sonoros muy distintos.
Como la intensidad no decayó en ningún momento, la terna final del concierto fue casi al unísono entre la diva y su parroquia: de la euforia de “Medusa” a la pura emoción de “El recuento de los daños”, para desembocar en una “Todos me miran” que dejó a público y artista sin aliento. Mernorable, no les quepa duda.