Por: José J. Núñez P.
Desde que tenía yo como unos diez años, comenzaron a decirme que yo no tenía madre, y aunque en un principio me enfado, como es natural, no decidí quedarme con la duda y acudí ante mi mamá a preguntarle el motivo por el cual me habían dicho “Tú no tienes madre, cabrón”.
Mi madre me dijo entonces algo que siempre recordé y que aún conservo en mi corazón:
Mira, tú tienes muchas madres y por ese motivo te debes sentir orgulloso:
Tienes una madre, para que te la mienten, en tu cara o a tus espaldas, te manden a joderla y en ocasiones, como ahora, te la quiten.
Tienes una madre, que desde que naciste, vela por ti, reza por ti y te desea lo mejor de la vida, una madre que con sus plegarias busca protegerte y que vayas por el buen camino.
Tienes una madre, a la cual puedes acudir en cualquier momento, ya que en sus brazos encontrarás amor, ternura, comprensión y apoyo, aunque no esté de acuerdo contigo, te impulsará a conseguir tus metas, a llegar hasta donde tú lo pretendas.
Tienes una madre, que cada vez que te enfermas, vela tu sueño, se preocupa para que sanes, te atiende y te cuida con el mismo fervor con el que te llevó en sus entrañas.
Tienes una madre, que se va a mostrar severa, dura, enérgica y hasta castigadora, cuando no obedezcas o realices alguna acción que merezca que se te aplique un corrector.
Tienes una madre, que siempre tendrá ternura y comprensión para aconsejarte, para darte su punto de vista, lo sigas o no, siempre encontrarás una palabra de apoyo en ella.
Tienes una madre, que se preocupa por ti, que trata de que tu ropa siempre esté limpia y bien ordenada, que tu presencia sea agradable, que luzcas como debes lucir siempre, esté ella o no.
Tienes una madre que, aunque no será tu amiga, será tu compañera, tu confidente si así lo deseas, tu maestra en las cosas de las que tengas dudas, que entenderá tu crecimiento y tus ganas de volar con libertad, y lo mejor, es que será ella la que te impulse para que tomes vuelo.
Y finalmente, tienes una madre, que siempre querrá lo mejor para ti, y que mucho se alegrará cuando puedas conseguirlo, cuando te sientas satisfecho con lo que haces y lo ames, es entonces cuando se sentirá realizada, aunque ya no esté a tu lado, sabrá que cumplió con su papel de madre
Y qué razón tenía mi madre, no recuerdo cuantas veces me fui encontrando con todas y cada una de esas madres, y lo que es mejor, no recuerdo cuantas mujeres me trataron como a un hijo, me cobijaron en su hogar y me brindaron apoyo y confianza.
Si bien, de pequeño le llamaba “mamá” a mi abuela, a la que también amé con fervor y devoción, con la que viajé por varios estados de la república, ya que ella era una incansable viajera.
Fue por mi abuela que conocí los ferrocarriles, los barcos, los camiones de pasajeros, fue por ella que me volví un asiduo asistente al cine, ya que era algo que le encantaba y me llevaba a ver todo tipo de películas, ¡ah, que bellos momentos disfruté a su lado!
Y fue por mi abuela y luego por mi madre, que comencé a trabajar, para ayudarles en el pequeño negocio que mi abuela tenía, me hicieron responsable y eficiente en las labores que debía realizar, para después, meterme a bañar y largarme a la escuela por las tardes.
Mi madre, fue la que me enseñó a oír música, de todo tipo, si bien a mi padre le gustaba el blues y el Jazz de las grandes bandas, mi madre, lo mismo oía boleros, que rancheras, que música tropical y me platicaba sobre tal o cual artista que estaba escuchando.
Incansable maestra fue mi madre, que me enseñó a bailar, y aclaro, no a mover los pies, sino a bailar, swing, boogie woogie, cumbias, salsas, guarachas, en fin, todo lo que hay que aprender.
Y al mismo tiempo, fomentó mi gusto por la lectura, consiguiéndome libros interesantes y entretenidos, “Callejón sin Salida”, “Juan Tenorio”, “Eugenia Grandet”, y muchos otros que ya no recuerdo, incluso, fue mi madre quién me inició en ese rollo de los poemas.
No sólo a escucharlos, a leerlos y a declamarlos, lo que, al paso de los años, me sirvió de mucho cuando tuve que trabajar en un café cantante, en definitiva, grandes enseñanzas.
Y no digo que todo fue miel sobre hojuelas, también hubo momentos de corrección, de sanción, de nalguizas y cinturonizas, quesque para que me portara bien y no me desviara del buen camino, yo no sé si era verdad, lo cierto es que mi trasero lo resentía.
Y ni que decir de los zapes en la cabeza, o de la chancla voladora, todo era parte de una educación que me debía a enseñar a no ser tan “poca madre” y portarme bien.
Nunca he sido violento, en mi casa siempre estuve rodeado de amor, por lo que no era propenso a la violencia, sólo que mi madre, no toleraba que yo me dejara golpear e intimidar por otros, tenía que defenderme y a aprender a hacerlo cuando fuera necesario.
De tal modo, que, en una ocasión, uno de los vecinos de mi edad, que él si era propenso a la violencia, me quitó uno de mis juguetes, mi madre nos vio y al darse cuenta de que yo me dejaba me gritó:
—¡Pártele la madre o te la parto yo a ti!
Y como yo sabía como se las gastaba doña Juana, cuando se ponía en su plan, no tuve más remedio que aventarme el tiro y no quiero decir que le di una golpiza y que no me hizo nada, nah, esos son cuentos, lo cierto es que nos dimos unos cuantos golpes, salí con el hocico y la nariz reventados, aunque eso sí, con mi juguete en la mano y la satisfacción de mi madre de que no me deje.
Muchas cosas importantes y claves en mi formación, por mi madre aprendí que la muerte es algo tan natural que se presenta en el momento en el que menos se le espera y hay que aceptarla como es, sin dramas y sin escándalos.
Por mi madre me interesé en el mundo del ocultismo y aprendí sobre los astros, las barajas, las runas, el I Ching, y algunas otras cosas más en verdad interesantes.
También fue ella la que me enseñó a ser hombre, no macho, mi madre siempre me fomentó que cuando yo me llegara a casar, mi obligación era cooperar con mi mujer en la atención y cuidado de los hijos y de la casa, así que aprendí a cocinar, a limpiar, a trapear, a lavar y planchar mi ropa.
¡Ah, como se llena de remembranzas mi mente al pensar en mi madre!
Y precisamente ahora que la recuerdo, me doy cuenta de que, aunque muchos me han dicho que no tengo madre, sé que están equivocados, porque, aunque mi madre ya no esté presente, sigo teniendo una Gran Madre, una madre que no sólo me dio a luz, sino que además me formó para hacer de mí una mejor persona y tal vez un buen padre.
Y por raro que parezca, cada vez que me siento a escribir algo, la imagen de mi madre está presente en mis letras, ya que gran parte de ellas, son producto de lo mucho que me enseñó y de lo tanto que me quiso y me aceptó siendo como soy.
¿Y tú… aún tienes presentes las enseñanzas de tu mamá?