Por Jorge Treviño Isaías
-Este texto lo escribí a mi regreso de Nueva York, luego de presenciar el atentado al World Trade Center del 11 de septiembre del 2001. Ahora lo comparto a veinte años del acontecimiento que cambió al mundo.
11/Septiembre/2001, 09:05 a.m.
Desde la entrada al Battery Broklyn observo el incendio en la torre norte del World Trade Center en Nueva York, ya había sido impactada, me preocupe pues lo que hasta ese momento parecía un accidente atrasaría mi llegada al edificio sede de la ONU donde participaba en una reunión sobre voluntariado en la Conferencia Mundial de Organizaciones No Gubernamentales.
“La integridad del territorio americano quedaba garantizada por el sistema de vigilancia electrónica y de alerta por satélite más sofisticado que podía producir la tecnología moderna. Siete redes detectoras observaban el espacio circundante estadounidense con precisión capaz de detectar, a cientos de millas de las costas el paso de un pato migrador. Protegidos por el valor disuasorio de su poder nuclear, los norteamericanos podían considerarse como una casta privilegiada. De todos los habitantes de la tierra, eran los que corrían menos peligro de ser víctimas del exterminio atómico”. Las líneas entre comillas son de Dominique Lapierre y Larry Collins en la novela “El quinto Jinete” escrita en 1979.
11/Septiembre/2001, 09:08 a.m.
Desde el interior del autobús en el que viajaba de Staten Island hacia la gran manzana, veo el impacto de un avión contra la segunda torre, la sur, del World Trade Center, el conductor y todos los pasajeros quedamos impresionados.
En otra parte de la novela: “Jack (habla el presidente de los Estados Unidos de América a su consejero de seguridad nacional, después de recibir un mensaje de amenaza de una bomba escondida en el corazón de Manhattan), me parece inverosímil que semejante amenaza proceda de Muamar al Gadafi, se trata de una acción demasiado irracional. Ningún jefe de Estado de una nación soberana se atrevería a hacernos un chantaje, ocultando una bomba atómica en Nueva York. Aunque matase a treinta mil personas, no puede ignorar que nosotros no vacilaríamos, como represalia, en destruirle a él y a toda la población de su país. Tendría que haberse vuelto loco para hacer una cosa tan disparatada”.
09:14 a.m.
Es hasta ese momento en que tomó en cuenta que llevo en el portafolio mi cámara fotográfica, dudo un poco en sacarla y tomar algunas fotos, no sabía cómo reaccionarían los neoyorquinos del autobús, o los del FBI o los marines que detenían el tráfico todo era confusión y espanto. El chofer del “bus”, el Express X10 que hace el trayecto de Staten Island a Manhattan, coloca unas bocinas a su reproductor portátil de CD y escuchamos las noticias, fue así como tuvimos información más clara de lo que sucedía, personal del Departamento de Policía de Nueva York DPNY, nos indicó que ya no entraríamos al túnel para cruzar el Hudson y que debemos dar vuelta en U para volver por la ruta que habíamos llegado, nadie puede bajar del autobús, mientras tanto el cielo se cubre de miles de papeles que en medio del humo son arrastrados por el viento desde las gemelas, gigante lluvia de confeti pero en esta ocasión son artícela para un desfile de terror.
Circulando sobre el expressway rumbo al puente Verrazano, el tráfico se paraliza debido a que los cuerpos de seguridad cerraron todos los accesos a la isla-ciudad, puentes, túneles y Ferry dejaron de funcionar, el autobús se detiene en un desnivel allí perdimos de vista las torres gemelas, solo escuchamos las noticias; el ataque al Pentágono, el avión derribado en Filadelfia y, el colapso de las torres, todos callamos, la mayoría se contrae y llora ante lo increíble.
Pobres Neoyorquinos en verdad que no sabían que hacer, los cuerpos de seguridad bloquearon las vías de acceso a Nueva York en un intento de impedir la posible fuga de los responsables del atentado. Así son los gringos creen como sí cada ciudadano tuviera su script listo igual que en las películas, la acción de los marines creo mayor caos, en vez de evacuar al mayor número de personas y autos de la isla para que los vehículos de rescate tuvieran más capacidad de movimiento, al menos así lo hicimos en México cuando el terremoto de 1985. Atender la emergencia era más importante que cualquier otra cosa, de todos modos, a quien tenían que agarrar, lo iban a detener a cualquier precio, -ahora lo vemos en Afganistán- pero quedó claro que el gobierno de los Estados Unidos, no estaba preparado para contrarrestar una acción con estas características.
¿Falló la CIA?, ¿Falló el FBI?, error del US ARMY o fueron los sistemas de seguridad en los Aeropuertos.
¡No! Lo que paso es que mientras cada organismo continuaba rutinariamente sus actividades, los terroristas diseñaron un plan que por los costos y por la exactitud con que se ejecutó se adelantó en mucho a las técnicas y tecnologías usadas por los Estados Unidos. Miles de personas murieron, no se sabe ni se sabrá cuantas con exactitud, pues muchos de los empleados a esa hora ya estaban laborando en el WTC. El primer sospechoso según la Casa Blanca es Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda y protegido del gobierno Talibán en Afganistán.
La reacción de la comunidad internacional no se hizo esperar, la condena al terrorismo y el apoyo a los Estados Unidos, se manifestaron inmediatamente, de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Canadá, México, Rusia y hasta Cuba, aunque en algunos lugares del mundo musulmán fue motivo de festejo, la mayoría de los países islámicos se pronunciaron en contra del atentado.
En México el gobierno expresó su rechazo al terrorismo, el 11 de septiembre por la tarde el presidente Fox declara: “El golpe a Estados Unidos es un golpe a México”, al siguiente día el secretario de relaciones exteriores comenta que no es el momento de regatear apoyos a Estados Unidos. Con ello provoca críticas de parte de diferentes actores de la política mexicana, los coordinadores parlamentarios de los partidos políticos se muestran protagónicos y oportunistas olvidándose que el problema es un asunto de seguridad nacional por muchos motivos: por nuestra vecindad con los Estados Unidos; por los millones de connacionales que viven en la Unión Americana; por la correlación directa de las economías mexicana y norteamericana pero sobre todo por los mexicanos que murieron en el atentado terrorista al estar trabajando en las muchas cafeterías y restaurantes de las que había en las torres.
Estos acontecimientos apocalípticos no pueden ser parte ajena a la vida de los mexicanos, las posiciones que tienen las partes en conflicto no nos dejan otra alternativa o estamos con Busch o de todos modos estamos con Busch, porque estamos en América. Para ellos este es un excelente momento para hacer del destino manifiesto una realidad, ahora hay una sobrada cantidad de pretextos para justificar acciones de los norteamericanos no sólo en México sino en cualquier país de Latinoamérica. “En la era de la globalización –donde los riesgos y amenazas a la seguridad nacional trascienden las fronteras nacionales- pretender circunscribir el análisis a las preocupaciones de un solo país sería, sin duda, como un ejercicio parcial y limitado”, comenta José Natividad González Paraz, en la revista de Administración Pública N° 101. Sin duda, el tío Sam solo está cosechando lo que sembró.
En el mundo solo hay dos pueblos milenarios que desde siempre han sido comerciantes, los judíos y los árabes, observemos también que China tiene un tercio de la población mundial, otro tercio son cristianos. Tanto chinos como cristianos ya son manejados por el poder económico judío, entonces para tener el control global requieren la otra tercera parte de la población, la cual está integrada por los musulmanes. También debe apuntarse que la religión judía y cristiana utilizan el mismo dios, el islam surgido en el año 622 D. de C., es la contracara árabe al cristianismo.
Lo anterior lo anoto solo para reflexionar sobre el origen de la irónicamente llamada por algunos la “nueva guerra”. Puesto que cada quien plática la verdad de acuerdo a sus ideas e intereses, y sin pretender abusar, aprovecho el texto del Quinto Jinete ya precitado: “La visión de pesadilla de los jinetes de San Juan, sembrando el Apocalipsis se hizo realidad ante los horrorizados ojos del presidente –cuando le es confirmada la existencia de la bomba H en Nueva York-. Pero ahora un quinto jinete galopaba en cabeza: Moamar al Gadaffi (en el 2001 sería Osama Bin Laden). Salido de las entrañas del infierno para asolar el mundo.
Al respecto el filósofo Humberto Eco, opina que siempre debe caer algo para que los pueblos se conviertan en pueblos; el muro de Berlín, el asesinato de Colosio, el comunismo en la URSS y ahora las “Torres Pluriétnicas”, auténticas Torres de Babel. Los que han gritado “¡Yanqui go home! Están esperando que los Estados Unidos no se quede encerrado en su casa, que los aviones vuelvan a despegar ¡Así sea!
16 de septiembre de 2001, 06:00 a.m.
El domingo 16 logre salir de Nueva York, en medio de extremas medidas de seguridad, después que mis maletas son inspeccionadas tres, cuatro o cinco veces, me autorizan abordar el vuelo en el aeropuerto de La Guardia al O’Hare en Chicago, allí tuve que esperar tres días más para poder volar por fin a la Ciudad de México a donde llegue siete días después de lo programado, salve mi empleo sólo gracias a la comprensión y sensibilidad de mis jefes que hicieron valer los derechos humanos y un tal Iván García que con sus acciones entero a todo el mundo de mi tardío regreso.
“Estoy vivo, no está mal estar vivo”, Mario Benedetti.
Agradecimiento a los amigos del Huarache Veloz Corp., especialmente a Roberto y Faustino Uraga por su fraternal e invaluable solidaridad, sin la cual no me hubiera sido posible sobrevivir en Nueva York, desde entonces dejaron de ser mis amigos, ahora son mis hermanos. (FOTO: Jorge Treviño)